Fueron pasando los días y finalmente llegó Febrero y con él llegaron los exámenes parciales y me di cuenta que no me estaban saliendo nada mal, que podía sacar buenas notas. Pensé que tal vez el no haber estado con Mario me habría venido bien con los exámenes pero estaba cada día más y más triste y eso preocupaba a mis padres, sobre todo a mi madre que nunca me había visto estudiar con tanto ahínco ni estar tan triste, pero no me preguntó nada, pensó que era algo pasajero que ya se me pasaría y por un lado tenía razón, porque esa tristeza se iría en el mismo instante que hablase o viese a Mario.
Estaba tan absorta en los estudios y en no pensar en Mario que ni me acordé que el 24 de Enero había sido el cumpleaños de Pedro y que ni siquiera le había llamado para felicitarle, así que decidí ir a la casa de Mario para que alguien del servicio me diera su nuevo número de teléfono. Cuando iba por la mitad del camino caí en la cuenta que era viernes por la tarde y que tal vez no hubiera nadie y estuve a punto de darme la vuelta, pero me dije que no perdía nada por ir a ver. Llegué a la puerta de la verja y estaba abierta, lo que significaba que alguien había, pase y llegue hasta la puerta de entrada de la casa, llame al timbre, esperé unos instante y como no abría nadie me di la vuelta y cuando estaba llegando a la puerta de la verja oí como se abría la puerta de la casa y me llamaban.
P: ¡Lucia!