jueves, 27 de enero de 2011 0 comentarios

TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (VI)

Eran más de las 12 de la noche cuando entramos en el hotel y Mario fue a recepción a por la llave de la habitación. Cuando la tuvo nos metimos en el ascensor y no pude aguantar más y me tiré a su cuello y empezamos a besarnos fogosamente y a quitarnos los abrigos. Continué desabrochándole la camisa y él subiéndome el vestido buscando algo más, pero enseguida tuvimos que parar porque habíamos llegado a nuestro piso, el 6º. Recogimos los abrigos del suelo y salimos del ascensor para dirigirnos a nuestra habitación, la nº 69. 
Llegamos a la puerta y le cojo la tarjeta para abrir yo, pero antes de hacerlo le miro a los ojos y le digo: 
L: ¿No quieres pensártelo de nuevo? 
M: Ya está todo bien pensado 
L: ¿De verdad? aún estas a tiempo de echarte para atrás, piensa en tu mujer. 
M: La quiero y no quiero perderla, pero me he dado cuenta que a ti también te quiero y tampoco quiero perderte. 
L: ¿Estas completamente seguro de lo que vas a hacer? 
M: Sí, ¿por qué lo dices? 
L: Porque ya no hay marcha atrás, esto ha sido preparado con premeditación y alevosía, no fue algo que surgió como la otra vez, es decir, que esto sí que está considerado como una infidelidad en toda regla. 
M: Yo estoy completamente seguro de lo que quiero, pero ¿y tú? 
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TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (V)

Decidí no llamar enseguida para darles la contestación, sino esperar al día siguiente para intentar coger a Mario solo y poder hablar con él tranquilamente un rato, pero no hizo falta esperar tanto, alrededor de las 20:00 sonó el móvil y resultó ser Mario.
 L: ¿Sí? 
M: Hola Lucia, ¿estas muy ocupada? 
L: Hola Mario, pues no, estaba leyendo un libro en mi cama 
M: ¡Umm! ¿Y estás tú solita? 
L: Sí
M: ¿Qué llevas puesto? 
L: Una batita de raso, ¿qué está pasando por tu cabeza? 
M: Estaba pensando en saltar los setos y escalar por el canalón hasta llegar a tu terraza, entrar en tu habitación, acercarme hasta tu cama, quitarte la batita, empezar a besarte, a acariciarte por todo el cuerpo y terminar haciéndote el amor muy suavemente. 
Mientras me iba hablando me levanté de la cama y me acerque a la puerta que daba a mi terraza, abrí un poco las cortinas y vi a Mario en la calle justo enfrente de mí. 
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TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (IV)

Pasaron los días y llegó el día de Nochebuena, que cómo todos los años, lo pasé con mi familia en casa de mis abuelos, al igual que la Navidad. 
El día de Navidad a media mañana sonó el teléfono y al ir a cogerlo vi que llamaban desde la casa de Mario, pero se me hacía un poco raro que me llamase él, así que supuse que era Pedro para felicitarme la Navidad pero cuál fue mi sorpresa al descolgarlo y oír la voz de Blanca, la madre de Pedro. 
L: ¿Sí?, ¿dígame? 
B: Hola Lucia ¡Feliz Navidad! 
L: ¡Feliz Navidad Blanca! ¡Qué alegría oír tu voz!, 
B: Claro, claro, con eso de que ya no sales con Pedro, has olvidado a los demás y ya no nos vienes a ver.
L: Tienes razón, hace tanto que no voy por tu casa, lo siento, uno de estos días me paso, tomamos café y charlamos un rato. 
B: Pues, ¿qué te parece esta tarde? y así celebramos la Navidad. No te preocupes, no estará Pedro. 
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TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (III)

Eran alrededor de las 22:30 y lógicamente no había nadie. Mario abrió la puerta de entrada y la volvió a cerrar, y nos dirigimos a su despacho sin encender las luces por el camino. Ambos nos sabíamos el camino de memoria, él por ser su clínica y yo por haber ido muchas veces con Pedro. 
En su despacho no tenía más que un butacón, pero en la sala de espera había un amplio sofá que nos vino de perlas. 
Nada más llegar a la sala comenzamos a besarnos apasionadamente y a quitarnos la ropa uno al otro. Cuando estábamos completamente desnudos comenzó a besarme por todo el cuerpo y a continuación me tumbó en el sofá, me abrió las piernas y se puso a lamerme el pubis, luego me abrió los labios de la vagina y empezó a explorar con la lengua, no se dejaba ningún recoveco sin lamer y siguió con la entrada de la vagina y me metió la lengua dentro. 
Me estaba haciendo gozar de placer, era increíble lo que estaba sintiendo, me estaba llevando al éxtasis. No pude más y me corrí en su cara, fue un orgasmo brutal. 
A continuación subió hasta mi boca y continuó besándome en los labios y fue cuando yo entré en acción.
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TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (II)

Empecé segundo de oftalmología y seguíamos viéndonos en las reuniones. 
Todo parecía igual pero no era así, notaba diferente a Mario cuando nos quedábamos solos tomando algo o cuando me ayudaba con algún trabajo para la facultad, pero lo deje correr. 
Yo me sentía muy bien a su lado, me bastaba con verle 2 ó 3 días a la semana. 
Notaba como el corazón se me aceleraba cuando estaba a su lado o cuando simplemente hablaba con él por teléfono para quedar para ayudarme con un trabajo. 
Pasaban los días y notaba raro a Mario, notaba que estaba incomodo a mi lado, pero no me rehuía ni me ponía excusas para no vernos, ni siquiera faltaba a las reuniones. 
Sabía que le pasaba algo conmigo pero no estaba segura de lo que era hasta que llegó Diciembre y con él mi cumpleaños. 
El 17 de Diciembre cumplí 19 años y ese año cayó en martes y como cada martes y jueves fui a la reunión de lectura, y como cada martes y jueves Mario estaba allí, esperándome en la entrada, sonriendo. 
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TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (I)

Me llamo Lucia y os quiero contar mi historia. 
Tengo 35 años, soy castaña clara, tengo los ojos verdes y mido 1,72 m., estoy casada desde hace 5 años y tengo un niño y una niña y vivo en Valencia. 
Mi historia comienza el día que conocí a Mario, el padre de mi mejor amigo. 
Pedro y yo habíamos crecido juntos, nos conocíamos desde 1º de EGB y en ese momento estábamos en la adolescencia. 
Teníamos 15 años y como el roce hace el cariño, empezamos a tontear, que si un beso, que si una caricia, total que comenzamos a salir como medio en broma medio en serio. 
Aunque nos conocíamos desde pequeños, yo aún no conocía a su padre ya que siempre estaba ocupado con su trabajo, es cirujano oftalmólogo y tiene una clínica en pleno Valencia. 
Un sábado Pedro me dijo que sus padres nos invitaban a comer a un restaurante para celebrar el cumpleaños de su padre. Fue un 17 de Octubre y fue cuando conocí a su padre, Mario, y esa primera visión de él se me ha quedado grabada en la mente; 35 años, hermoso, alto, tostado al sol, músculos definidos, pelo castaño y bellos ojos azules, con una sonrisa deslumbrante. Me quedé con la boca abierta y todos se rieron de mí, fue entonces cuando me di cuenta de dónde había sacado Pedro su atractivo físico.
 
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